Chiang Mai

Habéis vivido alguna vez la incertidumbre de abandonar un sitio en el que te has sentido como en tu casa, abandonar a desconocidos que parecen ya tu gente, y llegar a un lugar de noche, sin saber a dónde ir, extranjero, en el que tu inglés al lado del suyo es de «bilingüal master» y aún así padecer ansiedad por salir del aeropuerto y empezar a disfrutar???

Llegué a las 22h. al hostel donde iba a pasar la primera noche al módico precio de 1’80 €, era tan de andar por casa que casi me reciben con un abrazo navideño y ni siquiera me pidieron ni documentación ni dinero, su única preocupación era mi confort, así que el cansancio ante tal situación fue mengüando poco a poco.

Antes de que se hiciera más tarde, salí a picar algo a un mercado que había visto desde el tuc tuc según llegaba, y al regresar al hostel con intención de duchita y cama, una familia de japoneses y un par de simpáticas inglesas no me dieron otra opción que sentarme a tomar lingotazos de whiskey en primera instancia e «hidalgos» de cerveza en segunda, así que… Lo de esta gente con el alcohol no deja de sorprenderme, el «pater familiae» nipón estaba literalmente por los suelos, se trincó prácticamente él solo la botella de whiskey ante la condescendencia tanto de su «amada» como de su cuñada, a la que, o tengo mucha imaginación o hacía carantoñas cual poligamia permitiese; y mientras tanto, las british girls para no quedarse atrás a lo suyo también…

Amaneció y salí ávido de descubrir una ciudad que no sé qué tenía y porqué estaba en ella pero desde el primer segundo algo llama venir aquí. Apenas llevaba 20 minutos de paseo solitario cuando coincidí casi en el mismo adoquín de la acera con una de las cuatro «spanish girls» que había fichado en un bar de Koh Tao pero sin haber intercambiado ni siquiera una mirada… o por lo menos de ellas a mí como al poco rato quedó claro. Mi saludo en idioma conocido las sorprendió gratamente y apenas notaron mi acople radical hasta el punto que en menos de una hora ya habíamos dejado contratada la excursión del día siguiente juntos y estábamos inmersos en un taxi haciendo otro turistada molona pq descubrimos una fábrica de seda, otra de plata y, la mejor, la de paraguas autóctonos.

  

  

   

Por la noche mi cansancio no me impidió acercarme al Night Bazar del que tan bien había oído hablar, así que fui dándome un grato paseo, me di el tercer más barato y completo masaje (…) y a la vuelta descubrí la zona de fiesta donde no sucumbì a quedarme, y no fue por invitaciones, pq en apenas 200 metros de bares ligué más que en toda mi vida junta, lo malo que entre tod@s est@s fans no hacía ni un cuarto de mi estereotipo de mujer…

  

Al día siguiente, sin saberlo, viví uno de los días más completos y fascinantes hasta ahora: salimos temprano en pick-up y la primera guiriparada fue en una granja de mariposas, bien!

Después ya llegamos a uno de los centro de cuidados de elefantes (así nos lo habían vendido) donde a su vez estaba un asentamiento de mujeres jirafa o padaung exiliadas de Birmania. No es nada grato ver cómo el adorno de latón en espiral que rodea su cuello las impide expresarse con naturalidad, y menos cómo en parte son sabedoras que son objeto turístico y animan a sus pequeños a posar para la foto, pero aquí otra doble lectura, se supone que viven de esto y parecen encantadas con las propinas que reciben …

En cuanto a los elefantes parecido: hay mucho circo alrededor de ellos, donde fuimos nosotros nos dijeron que los cuidaban extraordinariamente y que, aunque permitían montarlos, lo hacían sin silla para que sufrieran menos… Yo aún así decidí no hacerlo.

Después de brindarnos un thai-almuerzo que nos supo de lujo hicimos un par de horas de trekking hacia unas cascadas; bueno, las cascadas unas más pero la verdad que la ruta estuvo bastante chula gracias en parte a la locura de nuestra guía que iba amenizando el camino dándonos sustos cual integrante de la fauna.

Y para rematar vino lo mejor: jamás había hecho rafting y el destino quiso que fuera con estas «chiqui-divas» y la diversión fue total: el chaleco olía a rayos y preguntaban por su obligatoriedad, el casco estaba más sucio que la propia agua del río y encima las despeinaba y el agua… no hemos comenzado a bajar cuando alguna ya se quejaba de que le salpicaba el guía, y claro, al primer rápido y por consecuencia primer bautizo en ese agua tan marrón las caras eran todo un poema, pero enseguida vino el segundo rápido y cayeron que o se metían en el papel y disfrutaban o eso sería un pequeño calvario. Y disfrutamos, vaya si disfrutamos, cuando parecía que estaba todo controlado llegó el más fuerte en el que literalmente nos sumergimos de lleno en el agua enfangada y las risas fueron brutales, y encima ganamos a las demás barcas 😉

Después de descansar un ratillo y acicalarnos, volví junto con ellas al Night Bazar y rematamos el día cenando en un thai típico y dándonos otro masaje, espectacular!!!


Edit
                  






  


  
 
El viernes decidí alquilar una moto para subir al monte Ban Phu Phing y a ver el pueblo de la etnia Hmong y la ruta fue fantástica, unos paisajes espectaculares y unos pueblos con encanto, pena que arriba el tiempo estaba bastante diferente y cuando empezó a llover decidí bajar de nuevo a la ciudad. Iba camino de comer con mis «chiqui-divas» para despedirnos cuando en un control policial un agente muy risueño y con el que no me entendí ni papa decidió requisarme el carnet de conducir español hasta el pago de 500 baths (13€) por no llevar casco. Se limitaba a reírse, decir «Visca el Barça» y rellenar el papelito, a pesar de mi madridismo yo intenté seguirle el rollo pero nada, tenía que buscar la comisaría de su distrito, ir a pagar la multa y volver al control donde me devolvería el carnet de conducir… Cuando regrese a España lo sacaré de nuevo 😉

  
  
  
La tarde la pasamos entre paseos por templos y algún cafecillo, hasta que llegó el momento de despedirnos y comprobar que si algo habían aprendido para el próximo viaje era sobre su equipaje…
Si por algo me gusta viajar es por compartir momentos con gente tan variopinta y con la que, a priori, no tienes nada en común: con estas chiquillas (aunque yo soy el pequeño de los 5, que conste) desde el principio me sentí cómodo y en apenas 48 horas logramos un vínculo que sin darme cuenta ya estaba echando de menos, los momentos con ellas fueron inolvidables así que he de estarles muy agradecido por hacer que este viaje mole aún más.

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